¿El cambio llegó a Colombia?
El martes 28 de junio el ingeniero Rodolfo Hernández hizo una publicación en Twitter. Con el texto «Empezó el cambio», se acompañó la publicación con una foto de Hernández junto a Gustavo Petro, el recién elegido presidente de Colombia.
Nada raro tendría este tweet de no ser porque Hernández fue el candidato opositor de Petro en segunda vuelta, y si la publicación no hubiera sido hecha apenas nueve días antes.
Al cabo de cuatro días, pasó algo aún más increíble: el ahora presidente electo, Gustavo Petro, y el expresidente colombiano, Álvaro Uribe, sostuvieron una reunión. Fue el propio Petro, quien hizo pública la fotografía del encuentro.
Nada de raro tendría que políticos de visiones opuestas se saludasen y tratasen con cortesía, pero… ¿qué había pasado un mes antes?
Apenas un mes antes, Colombia afrontaba una dura campaña electoral. De un lado, Rodolfo Hernández, el sorpresivo candidato independiente que había pasado a segunda vuelta imponiéndose, entre otros, al uribista Fico Gutiérrez. Del otro, Gustavo Petro, el sempiterno candidato de la izquierda, exguerrillero del M-19. Las dos campañas inspiraban miedo.
La de Hernández advertía que la victoria de Petro significaría la cubanización del país, la entrada en un comunismo radical y el fin de la democracia colombiana. La campaña de Petro, en cambio, hablaba del modelo neoliberal de Hernández y de su supuesta insensibilidad ante temas como los derechos LGBT, el ambientalismo y la lucha contra la pobreza. Las dos campañas insistían que, de ganar el contrario, vendría la hecatombe para Colombia.
La noche de las elecciones el resultado fue bastante ajustado: 50,44% para Petro y 47,31% para Hernández y poco más del 1% de votos en blanco. En caso de ser cierto que venía la hecatombe para Colombia, lo que debió seguir a las elecciones fue un caos absoluto o, al menos, la promesa de cada bando de seguir luchando. ¿Verdad?
Pero no fue así. Al cabo de un par de días de anunciados los resultados vimos a «los enemigos» darse la mano, tomarse fotos juntos, olvidar insultos y amenazas repartidos durante la campaña y abrazarse.
También vimos la creación de alianzas diversas, como la que llevó a Alejandro Gaviria, quien hasta fue ministro de Juan Manuel Santos, aceptarle a Petro nada menos que el Ministerio de Educación, poco después de renunciar al Partido Liberal. ¿Cómo pasó todo esto?
Video: «Petro y Uribe, la imagen más comentada en Colombia del presidente electo con el expresidente».
El miedo como recurso
Las campañas electorales contemporáneas pueden resumirse de forma sencilla:
- Surgen muchos candidatos que son de ideologías diversas.
- Cada uno de ellos representa una visión ideológica particular.
- Se da una primera vuelta y quedan dos candidatos como opciones para la segunda vuelta.
- La sociedad se polariza. Cada persona cree representar al bando de «los buenos» y cree también que el bando contrario son «los malos».
- La campaña por la segunda vuelta se convierte en una pelea plagada de miedos. «Si gana el otro candidato nos convertiremos en un país comunista», dice un bando. «Si gana el candidato contrario viviremos una crisis ambiental que destruirá el planeta».
- La gente vota, no movida por su apoyo a uno u otro proyecto, sino motivada por el miedo. El temor a que ganen los malos y el país se destruya termina siendo más poderoso que cualquier otro factor.
- Gana uno de los candidatos, casi siempre «el menos malo», y… ¡no pasa nada! El apocalipsis anunciado no llega nunca y solo se viene un nuevo gobierno, tal vez tan corrupto e incompetente como el anterior.
¿Por qué siempre pasa lo mismo?
Video: «Miguel Anxo Bastos: la ley de hierro de la oligarquía».
Es un ciclo y siempre se repite. Básicamente porque la política es eso: el arte de renovar cada cierto tiempo a los actores gobernantes. Sin embargo, estos son pocos, un cúmulo de élites que siempre se intercambian el poder entre sí, pero sin afectarse de modo significativo en la composición de sus miembros.
Es a esto a lo que el sociólogo Robert Michels, en su libro «Los partidos políticos» (1) llamaba «la ley de hierro de las oligarquías. Este comportamiento rutinario puede resumirse así:
La ley de hierro de la oligarquía se fundamenta en una idea sencilla: los partidos políticos son organizaciones que, una vez llegan al poder, deben hacerse eficientes. Eficientes, en este caso, significa que deben retener y aumentar su poder. Por ello, dejan de preocuparse por sus asuntos ideológicos o programáticos y pasan a centrar su atención exclusivamente en hacer lo que pueden para retener el poder.
En paralelo, las masas hacen deseable el liderazgo, puesto que no tienen tiempo para permanecer en una guerra eterna contra los de otros partidos. Tampoco tienen mucho tiempo para análisis ideológicos particulares, así que solo se entregan a apoyar al bando por el que votaron. En tal sentido, su única función sería la de escoger de vez en cuando a sus líderes.
De este modo, la casta de los líderes (oligarquía) se cierra como una falange, pues se ayudan mutuamente para evitar la competencia de nuevos líderes surgidos de la masa (trust oligárquico). Lo único que puede hacer la masa es sustituir un líder por otro. Por eso los líderes mantienen algún vínculo con la masa, incluso alianzas contra nuevos líderes. Los viejos líderes apelan a la disciplina, cosa que reduce la libertad de expresión de la masa.
Es exactamente eso lo que pasa en cada elección democrática. Así las cosas, las elecciones son un intercambio permanente de líderes, pero, en lo esencial, nada cambia, se sigue gobernando igual y siguen ganando los mismos.
Es por ello que tú, como individuo, no debes perder demasiado tiempo entregándote al miedo en cada campaña electoral. Céntrate mejor en ti, en prepararte y surgir independientemente de quien gobierne o de quien sea el ganador de una elección. Solo así serás inmune a esta ley de hierro de las oligarquías que determina cada «elección» con la que el sistema te distrae durante meses.
Si no lo haces acabarás como los colombianos días después de la elección, cuando vieron a «los enemigos», abrazarse, perdonarse y reacomodarse como lo han hecho siempre.
Fuentes:
- Robert Michels, publicado en Wikipedia. Consultado el 01/08/2022.
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