¿Por qué estamos tan adormecidos luego de la pandemia?
Imagina esta situación: una persona llega a tu casa con una piedra y rompe uno de los vidrios de tu ventana. ¿Qué harías? Estoy seguro de que la mayoría de ustedes reaccionaría con molestia.
Ahora imaginemos la misma situación, pero cambiando un elemento: agreguemos un incendio a la casa, y digamos que la persona que rompió el vidrio fue un vecino que intentaba entrar a ayudar a quienes permanecían dentro de la casa durante el incendio.
Haciendo este pequeño cambio, ha cambiado también la percepción de la acción inicial. En el primer caso, la rotura del vidrio genera rabia e indignación, porque se trata de un inaceptable abuso contra la propiedad privada. En el segundo caso entendemos que el vecino rompió el vidrio para ayudar a alguien en peligro. Y por lo tanto, esa persona, es un valiente, un héroe que estaba tratando de salvar una vida.
Pues bien, lo mismo pasa con nuestras libertades individuales. Cuando nos las reducen de manera abrupta, reaccionamos indignados. Pero cuando esa reducción se da con el fin de «ayudarnos», la percepción cambia. En el primer ejemplo, nos paramos para impedir los abusos en nuestra contra; en el segundo, puede que agradezcamos que nos estén ayudando e intentando salvar.
En este artículo quiero utilizar esa paradoja para entender como la actitud de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y sus acciones durante este año y dos meses que ya han transcurrido desde que la pandemia por Covid-19 estallara en la ciudad de Wuhan, China, determinó una actitud servil y obediente en muchas personas.
Primer aviso: hay una emergencia
La primera noticia del surgimiento de una cepa de Coronavirus, potencialmente peligrosa y muy contagiosa, fue anunciada por la OMS a nivel mundial el 12 de enero de 2020 (1).
Pero en realidad, la enfermedad había sido detectada mucho antes. Ya para el 17 de noviembre de 2019 se había detectado el primer caso, en la ciudad de Wuhan, China (2). La razón por la que no se informó debidamente de esto en su momento y se esperó casi dos meses para alertar al mundo es sencilla: el régimen Chino ocultó y manipuló esta información hasta que se hizo insostenible.
En todo caso, el 12 de enero de 2020 la OMS anunció el descubrimiento del Coronavirus y dos meses después, el 11 de marzo, se oficializó el estado de pandemia mundial (3).
Nadie discute que una pandemia global debe ser abordada con medidas duras y a veces impopulares. En tal sentido, no pretendo discutir las medidas tomadas por los gobiernos, y mucho menos el valioso esfuerzo de los científicos y médicos que, desde la búsqueda de la cura hasta el cuidado de los pacientes, han hecho un esfuerzo sobrehumano para solucionar el problema. Pero lo que sí quiero es señalar cómo lo ocurrido después revela mucho de lo que el sistema hace con nosotros.
Vigilar y castigar
El filósofo francés Michel Foucault publicó en 1975 el libro Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión (4). Se trata de un análisis de los cambios sociales y políticos que se dieron en el mundo, relacionados al ámbito de las prisiones, partiendo de las ejecuciones, típicas del siglo XVIII y llegando a las prisiones, que se convirtieron en la principal forma de castigo ya entrado el siglo XIX.
El autor se refiere a una evolución de las «tecnologías de castigo» que van desde las usadas por las monarquías, que se centraban en la ejecución y tortura de los detenidos, hasta los castigos «ejemplarizantes». ¿Qué es un castigo ejemplarizante? Aquel que sirve para dar ejemplo a los demás; no a través de su daño físico o muerte, sino debido a la restricción que sufren. En el caso de las prisiones: la restricción a la movilidad y libertad individual.
Según Foucault no solo cambió la forma de castigar, sino también los agentes de castigo. De los viejos inquisidores y verdugos, pasamos a psiquiatras, educadores, funcionarios, psicólogos, facilitadores y guardias, quienes tenían ahora una «autoridad» sobre los castigados. Ya no se trataba del poder de los gobernantes, solamente, sino el de figuras que estaban facultadas para castigar. Bueno, para vigilar y castigar.
Desde que la OMS anunció al mundo la pandemia, las personas asumimos la actitud que explicaba en el segundo ejemplo de este artículo: el miedo ante el peligro que se nos cernía, lo convertimos en agradecimiento por las medidas tomadas. Aunque estas medidas fueran de vigilancia y castigo, totalmente atentatorias de nuestros derechos y libertades individuales.
Guiados por las opiniones de «expertos», aceptamos inhumanos confinamientos que han hundido a la economía y dejado en la quiebra a miles de negocios en el mundo. El desempleo de millones de personas y la quiebra de cientos de miles se dio, no por la fuerza coactiva de los Estados, sino porque los ciudadanos hemos aceptado sutilmente la dominación del sistema sobre nosotros.
De gobiernos que nos castigaban de forma coactiva, vimos cosas como:
- Vecinos delatando a vecinos por estar en la calle.
- Personas llamando a la policía para denunciar «reuniones» prohibidas,
- Una histeria generalizada, sin duda justificada por el miedo, pero mal enfocada: en delatar a los demás.
- Y en general, una falta de reflexión sobre los debidos límites de los gobiernos a la hora de controlarnos.
La pandemia es real y sus efectos son nefastos. Pero eso no significa que debemos permanecer en silencio o inermes frente a los abusos con la excusa de la emergencia.
Fuentes
(1) «Nuevo coronavirus – China» https://www.who.int/csr/don/12-january-2020-novel-coronavirus-china/es/
(2) «Una investigación dio con la fecha exacta del primer caso de coronavirus en el mundo»
(3) «Coronavirus: la OMS declara la pandemia a nivel mundial por Covid-19» https://www.redaccionmedica.com/secciones/sanidad-hoy/coronavirus-pandemia-brote-de-covid-19-nivel-mundial-segun-oms-1895
(4) Libro: Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Autor: Michel Foucault. (1975, Siglo Veintiuno Editores, Ciudad de México)
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